No es fácil descubrir ‘Watergates’ hoy en día. No creo que el mundo se haya vuelto un lugar libre de corrupción política, no hay recursos ni dedicación para el periodismo de investigación.
Si por algo hicieron historia Woodward y Bernstein, – aparte de por destapar un escándalo que provocó la dimisión de Nixon –, es por extremar el rigor en su investigación y por proteger a sus fuentes. Hasta entonces, se consideraba suficiente el contrastar cada dato con una fuente independiente, ellos aumentaron el grado de verificación hasta dos fuentes independientes. Además, ninguna información se dio por válida hasta verificarla con un documento escrito.
Cambio en la balanza
Hoy en día la falta de rigor periodístico ha hecho que la información pierda puntos cuando entran en colisión la libertad de expresión y el derecho a la intimidad. Son cada vez más las sentencias del Tribunal Supremo que se decantan por proteger los derechos individuales. Hace algunos años no había duda de que el derecho a la información se ejercía en beneficio del colectivo de ciudadanos y por ello era prioritario frente a otros, también fundamentales pero de carácter individual.
Sin embargo, el vuelco de información basura que hace la prensa amarillista (véase también “del corazón”) está inclinando la balanza hacia el lado de las libertades individuales.
¡Ni a los muertos dejan ya en paz! Alguien podría explicar a estos sensacionalistas que los motivos por los que Lola Flores enseño las tetas en interviú no son de interés general, y que, haciendo público un contrato con una cláusula de confidencialidad, están vulnerando el derecho a la privacidad. Esto lo digo por poner un ejemplo.
Imparcialidad, trabajo duro, disponibilidad de fuentes, perseverancia, ideales, respaldo de la profesión. Viendo el panorama del periodismo actual todo eso parece perdido.
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