martes, 12 de junio de 2007

Homo Videns. La sociedad teledirigida

Giovann Sartori escribe este libro en 1997, y lo revisa en dos ocasiones, añadiendo sendos prefacios en 1998 y 1999. La sociedad teledirigida recoge el eterno debate de los efectos perniciosos de la televisión, pero con unos argumentos nada manidos.
Aunque de forma sucinta, este pensador italiano también aprecia las primeras influencias de la revolución multimedia en una panorama que, para él, está reblandecido por el predominio de los visual

El libro se divide en cuatro apartados:
  1. La primacía de la imagen
  2. La opinión teledirigida
  3. ¿Y la democracia?
  4. Apéndice
Sobre éstos versa el contenido de mi trabajo (acceso directo enlazado através de los títulos de cada parte)

Homo bobo

Parece ser que el dominio de la imagen ha convertido al homo sapiens en un ciego rotundo frente a otras formas de cultura.

La forma simplificada de consumo seudo intelectual que ofrece el tele-ver parece haber atrofiado el intelecto del hombre, que de ser un animal simbólico y locuaz pasa a convertirse en un homo ludens a quien sólo le importa el placer por el placer. Para Sartori hay una regresión fundamental del entendimiento humano, una pérdida de la capacidad de abstracción.

Según el autor de La sociedad Teledirigida, gran parte de la responsabilidad de esta involución del intelecto la tiene la televisión.

Sin embargo y desde mi punto de vista, tengo que añadir que un objeto no puede agredir de por sí hasta que se le da el uso de arma pendenciera.

Aquellos adultos que han permitido y permiten que la televisión participe en la educación de sus hijos más que ellos mismos, alimentan video-niños que se convertirán en adultos ciegos a otros estímulos culturales.

Me pregunto qué diría Sartori de la frase “una imagen vale más que mil palabras”.

Homo activo

La era digital trae consigo una forma nueva de cultura en la que los estímulos visuales son fundamentales, pero también exige un homo navegante activo, que avanza en las lecturas a través del hipertexto. Es más le incita a crear, porque ya no es un receptor pasivo, es un prosumidor, que tiene tanto derecho a consumir como a crear.

El ciberespacio, no es tan imaginario ni tan pasivo como Sartori cree, ni mucho menos aburrido. Quizá lo fuese en 1997, cuando se escribió esta obra, pero hoy es un conglomerado de riquezas, tan variadas como los individuos que frecuentan la red. Una realidad paralela conocida como Web 2.0.

A pesar de que han pasado diez años desde que Sartori denunció al homo videns, tengo que darle la razón en que éste parece estar a años luz del conocimiento que se le supone al homo sapiens.

¿Pero qué hombre sabio permitiría que esto pasase a sus semejantes?

Pastor del demos

El poder persuasivo de la televisión es indudable. Incluso a día de hoy, cuando la mayoría de los ciudadanos de a pie reconocen las falsas verdades que nos presenta, somos incapaces de escapar a sus formas de sugestión. Como ovejas de un redil que se dejan llevar al matadero.

Hablemos de video-política, como hace Sartori, e inevitablemente tendremos que hablar de televisión y (des)información.

Según el autor, la opinión pública y los políticos están dirigidos por los medios, con especial influencia de la televisión. Por tanto, si la imagen es el centro de los procesos electorales y políticos, y la tele condiciona la opinión pública. Entonces la democracia ya no está en manos del pueblo soberano.

Borregos

Tengo que decir que me extraña mucho que Sartori no mencione a Ortega y Gasset, ni a su libro La rebelión de las masas, porque según escribe el autor italiano no somos más que masa aborregada.

No se puede negar que existe una influencia mediática en la democracia. Por muy objetivos que pretendan ser los medios siempre hay una selección y por tanto una manipulación, aunque ésta pueda ser indirecta y derivada de los procesos productivos habituales.

Un claro ejemplo son las encuestas electorales a pie de calle. Cuando se realiza un sondeo preguntando la intención de voto, las imágenes de los votantes se graban y editan de forma que las posturas divergentes queden subrayadas. Esto se hace de la forma más sencilla, controlando la imagen, grabando a los votan al partido A en un plano que les hace quedar más a la derecha, mientras que a los que votan a un partido B el plano los situará más a la izquierda. Se puede alegar que es una cuestión de estilo o dinamismo, pero ¿tan sólo eso?

Resulta paradójico que la televisión, un instrumento cuya mayor virtud es la capacidad de hacer cercano lo lejano, sea usado para hacer del sistema una democracia cada vez más indirecta.


Mucha forma y poco fondo

Y si antes hablábamos de video-política ahora toca observar como ha trastocado el dominio de la imagen lo que Sartori llama video-elecciones.
Los políticos son conscientes del poder de la imagen antes mencionado, y de que éste se multiplica cuando hablamos de televisión. Por ello se cuida hasta el más mínimo detalle e incluso se contratan a asistentes personales encargados vigilar la imagen pública de los candidatos.
Esto no es algo nuevo. Incluso Franco, siendo ya mayor, se dio cuenta de que no podía transmitir la imagen de un viejo cansado que apenas podía ver la letra de los discursos. Su preocupación por el aspecto que transmitía al público le llevó encargar la invención de un aparato con el que poder leer al tiempo que miraba directamente a la cámara. Y fue así que nació el telepronter, tan utilizado hoy en día en los informativos.
Cada vez más los políticos respaldan sus candidaturas con acciones relacionadas con los medios de comunicación, más cercanas a la imagen que al contenido de sus programas. Podríamos pensar que esto es sólo a nivel nacional, que en las pequeñas ciudades son más cercanos, pero no es así. Tenemos muy cerca el recuerdo de las elecciones autonómicas (27/05/2007).
Parece ser que la tiranía de la imagen nos lleva a realizar elecciones basadas en instintos que poco tienen que ver con lo inteligible.
Por su parte, los medios de comunicación se unen en sinergias y relaciones cada vez más complejas e inabarcables. Compañías que nada tienen que ver con el periodismo tienen poder sobre la programación. La competencia no tiene tregua, pero es casi siempre a la baja.
Y al mismo tiempo que el monstruo de la industria crece, la mente del homo sapiens parece simplificarse. El desinterés, el desconocimiento, la falta de implicación social del homo videns es tal, que se deja gobernar en sus opiniones por impulsos visuales y abandona el razonamiento. Adiós al poder del pueblo.

El apéndice pasivo

El apéndice de Homo Videns. La sociedad teledirigida, no podría tener mejor título. Esta historia parece ser la de la pescadilla que se muerde la cola. Cierto es que Sartori no plantea nada nuevo, pero lo expone de una forma personal y cuidada, buscando razones y mostrando una preocupación por la caída en picado del concepto de ciudadano, su papel en el mundo y la influencia de los medios de comunicación.

Sin embargo, al finalizar el libro he pensado que me ha faltado el alegato de los culpables, o al menos aquellos que Sartori nombra en el estrado. ¿Qué dicen los padres? ¿Y los jóvenes? ¿Puede hacer más la escuela? ¿Quién domina los medios?

El coletazo

Y vuelvo al circulo vicioso de la pescadilla, porque si bien el pececito es el sujeto activo que muerde, la cola es el apéndice pasivo que se deja morder.

Lo lógico sería pensar que son los medios de comunicación –o quienes los controlan- los culpables del reblandecimiento cerebral que sufre el ciudadano. De hecho Sartori comienza atacando el poder de la imagen y el tele-ver.

Sin embargo, yo creo que ya es hora de que nos hagamos responsables de nuestras propias desgracias. Es tiempo que demos un coletazo y no nos dejemos morder.

La era digital nos brinda una alternativa, infinitas posibilidades de comunicación que escapan al control establecido. Es nuestro deber utilizarlos para bien, con emoción y raciocinio.

Los infinitos telares de la red guardan mil formas de libertad y democracia en sus hilos a los que aún no ha alcanzado totalmente el control mediático.

Comportémonos como ciudadanos en una demosdigital, que nos refuerce intelectualmente como individuos y nos devuelva la conciencia de grupo que lleva al pueblo unido a demostrar su soberanía.

Resistamos sí, pero de forma activa.