Y si antes hablábamos de video-política ahora toca observar como ha trastocado el dominio de la imagen lo que Sartori llama video-elecciones.
Los políticos son conscientes del poder de la imagen antes mencionado, y de que éste se multiplica cuando hablamos de televisión. Por ello se cuida hasta el más mínimo detalle e incluso se contratan a asistentes personales encargados vigilar la imagen pública de los candidatos.
Esto no es algo nuevo. Incluso Franco, siendo ya mayor, se dio cuenta de que no podía transmitir la imagen de un viejo cansado que apenas podía ver la letra de los discursos. Su preocupación por el aspecto que transmitía al público le llevó encargar la invención de un aparato con el que poder leer al tiempo que miraba directamente a la cámara. Y fue así que nació el telepronter, tan utilizado hoy en día en los informativos.
Cada vez más los políticos respaldan sus candidaturas con acciones relacionadas con los medios de comunicación, más cercanas a la imagen que al contenido de sus programas. Podríamos pensar que esto es sólo a nivel nacional, que en las pequeñas ciudades son más cercanos, pero no es así. Tenemos muy cerca el recuerdo de las elecciones autonómicas (27/05/2007).
Parece ser que la tiranía de la imagen nos lleva a realizar elecciones basadas en instintos que poco tienen que ver con lo inteligible.
Por su parte, los medios de comunicación se unen en sinergias y relaciones cada vez más complejas e inabarcables. Compañías que nada tienen que ver con el periodismo tienen poder sobre la programación. La competencia no tiene tregua, pero es casi siempre a la baja.
Y al mismo tiempo que el monstruo de la industria crece, la mente del homo sapiens parece simplificarse. El desinterés, el desconocimiento, la falta de implicación social del homo videns es tal, que se deja gobernar en sus opiniones por impulsos visuales y abandona el razonamiento. Adiós al poder del pueblo.
Los políticos son conscientes del poder de la imagen antes mencionado, y de que éste se multiplica cuando hablamos de televisión. Por ello se cuida hasta el más mínimo detalle e incluso se contratan a asistentes personales encargados vigilar la imagen pública de los candidatos.
Esto no es algo nuevo. Incluso Franco, siendo ya mayor, se dio cuenta de que no podía transmitir la imagen de un viejo cansado que apenas podía ver la letra de los discursos. Su preocupación por el aspecto que transmitía al público le llevó encargar la invención de un aparato con el que poder leer al tiempo que miraba directamente a la cámara. Y fue así que nació el telepronter, tan utilizado hoy en día en los informativos.
Cada vez más los políticos respaldan sus candidaturas con acciones relacionadas con los medios de comunicación, más cercanas a la imagen que al contenido de sus programas. Podríamos pensar que esto es sólo a nivel nacional, que en las pequeñas ciudades son más cercanos, pero no es así. Tenemos muy cerca el recuerdo de las elecciones autonómicas (27/05/2007).
Parece ser que la tiranía de la imagen nos lleva a realizar elecciones basadas en instintos que poco tienen que ver con lo inteligible.
Por su parte, los medios de comunicación se unen en sinergias y relaciones cada vez más complejas e inabarcables. Compañías que nada tienen que ver con el periodismo tienen poder sobre la programación. La competencia no tiene tregua, pero es casi siempre a la baja.
Y al mismo tiempo que el monstruo de la industria crece, la mente del homo sapiens parece simplificarse. El desinterés, el desconocimiento, la falta de implicación social del homo videns es tal, que se deja gobernar en sus opiniones por impulsos visuales y abandona el razonamiento. Adiós al poder del pueblo.
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