domingo, 31 de diciembre de 2006

Fuentes ficticias

Desde que se publicara por primera vez The New Republic (TNR), en 1914, no habían contado con fuentes como las que utilizó Stephen Glass – o al menos, algo así nunca fue descubierto –.

No hay fuentes reales en el último artículo que firma Glass, como en muchos de sus anteriores trabajos. Él se convierte en su propia fuente y forma parte de la farsa que cuenta en cada historia.

Si es que existe alguna fuente en el caso que muestra la película Shattered Glass, y que ilustra esta negra etapa de TNR, es la figura del periodista Adam L. Penenberg. Gracias a sus inquisitorias preguntas, a sus exhaustivas comprobaciones, el reportero de la revista on-line Forbes consigue convertirse en una fuente para el editor de TNR, que descubre así que su joven periodista estrella no es más que un mentiroso.

sábado, 30 de diciembre de 2006

El periodista fabulista

Adam L. Penenberg trabaja para la revista on-line Forbes, cuando su editor le llama la atención por no haberse hecho eco de lo que parecía un bombazo en el mundo de la informática. The New Republic (TNR) había publicado una historia sobre un hacker de 15 años que, tras irrumpir en el sistema de una importante compañía informática, era contratado por la misma como parte del equipo de seguridad. El artículo lo firmaba Stephen Glass.

Sorprendido por no conocer esa noticia, en un ámbito que le era familiar, Penenberg comienza a investigar por su cuenta, a intentar contrastar la historia, con la intención de ofrecer una cobertura más amplía que contente a su director.

Hacer el seguimiento de una noticia o utilizar otras publicaciones como fuente potencial es perfectamente lícito. Sólo hay que respetar una reglas: verificar todos y cada uno de los datos y ampliar con nuestras propias fuentes. Siempre existe la posibilidad de derivar en una noticia más importante que la originaria.

Esto fue lo que ocurrió en el caso de Stephen Glass. La tozudez del reportero de Forbes destapó uno de los mayores escándalos en el periodismo de los 90’. El joven Glass había inventado 27 de las 41 historias que escribió para TNR. Su inventiva sorteó el concienzudo método de revisión con el que contaba la revista.

Como dice el personaje de esta historia llevada al cine (Shattered Glass, 2003), “El sistema tiene un fallo. Hay artículos en los que la única fuente disponible son las notas que el periodista suministra”. Y en la redacción de TNR no había ningún guardabarreras, ningún editor que cuestionase seriamente la información de sus redactores.

Sin control
Resulta sorprendente que aún no exista un verdadero “control de calidad”, previo a la publicación, que se ocupe de la profesión periodística. Un organismo ajeno a los propios medios que garantice la vigilancia de la responsabilidad periodística. Quizá si finalmente se creara un ente regulador se alzarían voces al grito de “¡Censura, censura!”. Parece que no tenemos remedio.

En el caso Glass un elemento externo, las preguntas de Pennenberg, fue lo que descubrió que la noticia era falsa y las fuentes personajes de ficción.

Cuando Glass ya no tenía defensa, el editor de la revista se dedicó a revisar uno por uno todos los artículos de su reportero. La intachable reputación de TNR, la revista que se ofrece como lectura en los vuelos presidenciales del “Air Force One”, caía en picado.

Glass fue despedido, Pennenberg obtuvo su historia (Lies, damn lies and fiction, en Forbes 05/11/1998) y TNR publicó una disculpa a sus lectores, donde reconocía lo ocurrido y su responsabilidad en la cadena informativa.

Otra cuentacuentos
Este no es el primer caso en el que se descubre que un periodista se ha inventado una noticia total o parcialmente.Ya en 1981 Janet Cooke, periodista del Washington Post, ganaba el premio Pulitzer con un reportaje ficticio.

Benjamin C. Bradlee, responsable de la publicación por aquel entonces, ha definido este suceso en su biografía como “el capítulo más oscuro de mi carrera periodística”, pues ni siquiera se le pasó por la cabeza la posibilidad de que la historia no fuese real.

Estos dos casos de engaño han hecho historia en la prensa americana, y de ellos podríamos extraer más de una moralina. Sin embargo, más que el hecho de que los medios de comunicación puedan difundir mentiras me preocupa el que el público crea a pies juntillas lo que cuentan. La falta de espíritu crítico no sólo afecta a los editores de las redacciones, para la audiencia la voz de los medios es palabra de Dios.

El lector infiel

La credibilidad ya no tiene gancho. La verdad, algo tan utilizado como reclamo en los editoriales de la prensa del siglo XX, ya no vende.

El compromiso entre prensa y ciudadano se tambalea. Ambos han sido desleales, han caído en las provocaciones del marketing y los regalos. Esa unión que se prometía eterna ha caído a la voz de “hasta que las promociones nos separen”. Y a la prensa no le han faltado fáciles sustitutas.

En esa relación indisoluble entre periodismo, comunidad y democracia, se ha cruzado un Mercedes clase A, un loft, el mejor cine español, los Lunnis e incluso Audrey Hepburn.

El lector se justifica diciendo que el trabajo, la falta de tiempo, el cansancio y la apatía, le han hecho perezoso. Que la prensa ya no es la que era antes, ya no la encuentra atractiva, se aburre y encima le cuesta una pasta. Ahora prefiere un escarceo rápido, con un diario ligero, que sólo le exige veinte minutos y que, aunque no sea muy profundo, es atractivo y gratuito. ¡Ah! Y no nos olvidemos de la “chica nueva”, que es interactiva y muy juguetona.

Por su parte la prensa ya no sabe como arreglarse para atraer a su viejo amor. Intenta adaptarse a los nuevos tiempos, pero le pueden las nuevas tecnologías y “esa” que se ofrece gratis en las bocas de metro.

A la desesperada, la prensa se deja llevar por las promesas de las promociones. “Te verán más atractiva. Los infinitos coleccionables le mantendrán a tu lado”. Tan desesperada debía estar la pobre, -en crisis matrimonial desde los 90’-, que aceptó mil adornos. Durante un tiempo fue feliz.

Algo más de quince años después, la prensa ha conseguido que su matrimonio sobreviva, pero no ha salvado su relación con el ciudadano. Despechada, sólo le quedan los anunciantes y algunos lectores selectos que le hacen mantener la esperanza.

Según la consultora de medios Deloitte, la prensa de pago ha ingresado 2.702 millones de euros en 2005. Esto se debe a un aumento en los ingresos brutos por publicidad (+5,4%, total 1.328 millones de euros) y, especialmente, al espectacular incremento de promociones (+29,36%, otros ingresos de explotación). Sin embargo, las ventas de ejemplares no han crecido y según la consultora irá en descenso.

La prensa ha visto ligeramente incrementados sus resultados mercantiles (+1,41%, ingresos brutos). Sin embargo, el beneficio ha descendido si atendemos a los datos después de impuestos (270 millones de euros, en 2005, frente a los 296 millones de euros, en 2004).

A la larga, la estrategia económica entregarse a la publicidad y a las promociones no parece buena. Es más, el coste económico es irrisorio si pensamos en cuál puede ser el coste cualitativo de la pérdida de lectores.

Los datos que Deloitte ofrece a la prensa confirman que a largo plazo sale perdiendo. Que su lector ya no es un amante apasionado que la devora, sino un vulgar cliente.

Incluso hay días en que, ya no pasa a recogerla temprano por el kiosco, va al día siguiente o al otro, arranca su coleccionable y la amontona. Quizá sirva para cubrir el orín del perro. Probablemente, ese que un día fue su lector ya estará pensando en no comprarla más, no le caben más colecciones en los estantes. Puede que ya se haya entregado del todo a la información interactiva. Él siempre quiso meter baza y ahora es libre.

viernes, 29 de diciembre de 2006

En las teorías y en la práctica

El periodismo es más que meras noticias y refleja, de algún modo, “una sutil compresión del comportamiento de los ciudadanos”.

Para explicar esa sutil compresión, Bill Kovach y Tom Rosenstiel (Los elementos del periodismo. Ediciones El País, 2003), toman la Teoría de la página diversa, de Dave Burgin. Según la cual, cada noticia será leída por un 15% de los lectores de un periódico, por ello y con la intención de captar una mayor audiencia, se debe buscar una composición de informaciones muy plural en cada página.

Con este punto de partida, los autores crean la Teoría del Público Interconectado, que intenta describir como los ciudadanos interactúan con la información. Es más, dicen que la comprensión de esta relación puede ayudar a formar un público lector.

La clave está en el grado de compromiso que el lector siente hacia la información. Por ello, hablan de tres tipos de público. El lector implicado, es el que tiene un interés directo y personal por la noticia, lo que le facilita tener una aguda comprensión de ésta. El lector interesado, a quien la información afecta sólo en virtud de una experiencia personal y que, por ello puede tener una reacción a la noticia. Y finalmente, el lector no interesado, a quien no le llama mucho la atención la noticia, aunque puede que la lea si ha oído algo del tema antes. Estas tres actitudes pueden ser asumidas por la misma persona ante distintas informaciones.

En la práctica
Ambas teorías parecen buscar un marketing de la información pensado por y para el Periodismo. Las características diferenciales de la profesión periodística, en especial su estrecha relación con el servicio público y la democracia, exigen una estrategia de mercado diferente. Captar la atención del público no por el mero hecho de atraer audiencia, sino con la intención de ayudar a la formación de una conciencia crítica de la ciudadanía.

Sin embargo, el día a día de la prensa no parece reflejar los beneficios de estas hipótesis. La teoría del 15% y su relación con el público interconectado a penas se aprecian en la prensa de pago. Es cierto que podemos encontrar noticias de diversa índole en una misma página, pero esto no parece obedecer más que a criterios de espacio.

Por ejemplo, el Diario Información de Elche (martes, 12 de diciembre, 2006). Observamos en la página once seis noticias; cuatro tienen que ver con charlas, jornadas o conferencias (Charla educativa sobre la nueva Ley de educación, La caravana contra la droga visita el centro cultural Candalix, Conferencia y exposición en el Casal Jaime I, Jornada sobre la medición de ruido en las ITV), una es de teatro (Grupo Mayumaná actúa en el Gran Teatro) y otra hace referencia a una petición del sindicato de enfermería (El SATSE pide transporte para la visitas domiciliarias de los médicos de Primaria). Varias de ellas a penas rondan las 50 palabras por noticia y la más larga casi no supera las 200 palabras. Aunque esta no es la estructura habitual en el resto del periódico. Suele haber una o dos noticias por página, ordenadas por sección y temática, como la página seis, donde dos noticias dentro de la sección “Elche” están relacionadas con el palmeral (Una cooperativa local empezará a comercializar los dátiles “in vitro”, El Ayuntamiento también cree que la plaga del picudo está controlada pero no erradicada).

Por otra parte, las teorías del 15% y el público interconectado sí parecen haber dejado huella en los periódicos gratuitos. Tienen menos páginas, por lo que parece evidente que el espacio es un condicionante. Sin embargo, es importante tener en cuenta la idea de que la presa gratuita está pensada como un servicio distinto a la prensa de pago. Son periódicos calculados para ser leídos mientras se va al trabajo, en veinte minutos más o menos, mientras se espera el autobús o se viaja en metro. Recogen varias noticias por página, incluso distintas secciones, y son leídos por una gran diversidad de gente.

Queda claro que a más variedad, más posibilidad de captar lectores, pero ¿gana en el cambio el Periodismo? Yo me pregunto si se ha abierto un mercado con pluralidad de información y al alcance de todos, o si éste nos pone a todos -aún más- al alcance de empresarios y publicistas.