martes, 2 de enero de 2007

Nosotros aguantamos

“¡Todos a una, como en Fuenteovejuna!” Podría haber sido perfectamente el lema del Washington Post durante el caso Watergate.

Como si del pueblo Cordobés retratado por Lope de Vega se tratase, la redacción del rotativo, encabezada por Bob Woodward y Carl Bernstein, se enfrenta al Comendador Nixon (en realidad presidente de los Estados Unidos) para hacer justicia.

Les impulsa los viejos ideales de la profesión y el propósito principal del periodismo: proporcionar a los ciudadanos la información que necesitan para ser libres y capaces de gobernarse a sí mismos.

Si bien es cierto que la organización de la redacción del Washington Post respeta una jerarquía piramidal (Woodward, Bernstein y otros redactores en la base, un jefe de sección, un redactor jefe, un editor, un director adjunto y una dueña del periódico), también lo es que los periodistas tienen una cierta libertad a la hora de manejar sus noticias y se mantiene un tono dialogante.

Dicen los protagonistas de la historia que la película All the President’s Men ( Alan J. Pakula, 1976) refleja perfectamente el ambiente que se respiraba en el Post durante el tiempo que duró el escándalo Watergate. Confianza, diálogo y recursos humanos son las palabras que yo destacaría para describir el contexto que acompaño el trabajo de Woodward y Bernstein.

Recursos humanos, porque al principio son varios los periodistas que trabajan en una sola información. Más tarde, cuando las expectativas de encontrar una verdadera noticia descienden, sólo Woodward y Bernstein siguen con la investigación. Su dedicación es fundamental en los resultados.

La redacción contó con el imprescindible apoyo de la dirección, durante los dos años que transcurrieron desde la primera noticia hasta que Nixon se vio obligado a dimitir. Continuaron investigando bajo presión, incluso amenaza de muerte. Eso fue posible gracias a una confianza mutua. “Hay que apoyar a los chicos”, dice el jefe de sección, durante un comité de redacción en el que se valoraban los riesgos de continuar con la historia.

Ayer y hoy
El Washington Post llegó a ser acusado públicamente de emprender una campaña “revanchista” contra los republicanos. Las críticas les llovían incluso desde otros medios de comunicación. Durante algún tiempo, tuvieron que oír comentarios del tipo “Ustedes, amigos, nunca hubieran ido tras Kennedy si él hubiera estado involucrado en el caso Watergate”, cuenta en su biografía el entonces editor del periódico, Ben Bradlee. Pero siguieron adelante, porque confiaban en lo que hacían.

Casi al final de la película, el personaje de Bradlee dice unas frases, quizá buscadas para la dramatización, pero que describen muy bien el carácter de la profesión periodística “Nos fríen por todas partes, pero nosotros aguantamos y respondemos, porque está en juego la libertad de prensa y quizá el futuro del país”.

En la actualidad, parece imposible vivir una situación similar. Hoy la empresa periodística es empresa más que nunca. Con los mínimos recursos humanos y una media de tres noticias al día por periodista, con limitaciones al diálogo – el que tus anunciantes te permitan – y empresas que sólo atienden a la cuenta de resultados.

Podemos decir que los tiempos en que tu jefe era un periodista pasaron a mejor vida. Nos quedan películas como All the President’s Men, que nos harán soñar con una redacción como la que un día tuvo el Washington Post.

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