lunes, 1 de enero de 2007

Cadena de fuentes

La observación y la información facilitada por las fuentes son las claves del periodismo de investigación. Ninguna fuente carece de importancia, todas aportan información, incluso las que callan.

Bob Woodward y Carl Bernstein son dos periodistas del Washington Post que, tras una ardua labor de investigación y el seguimiento de una larga cadena de fuentes, destapan el escándalo Watergate. Algo que comenzó siendo una pequeña noticia sobre un asalto a la sede nacional del Partido Demócrata acabó con la dimisión del presidente de los Estados Unidos, Richard Nixon.

Woodward y Bernstein hacen uso de todas las fuentes que tienen a su alcance para conseguir pistas, contrastar datos y confirmar informaciones, con la intención de respaldar sus teorías y poder publicar sus artículos. Esto se llama periodismo de investigación.

Policías locales, agentes federales, la Casa Blanca, otros periodistas, documentos, varias secretarías, amistades de diversa índole, e incluso un confidente anónimo. Son las fuentes que sirven a los dos reporteros para respaldar sus informaciones. Sin contactos un periodista no es nada.

En el caso Watergate, el silencio y la actitud misteriosa y desesperada de algunas fuentes confirman la sospecha de que se oculta algo grave. También hay otras fuentes de crucial importancia que, aún sin acceder a hacer pública su identidad, aportan datos tan contundentes que son capaces de dar empuje a una investigación que parecía estancada. Este fue el caso de Garganta Profunda.

Lo que dicen, lo que callan
Los dos periodistas trabajaron en profundidad con las fuentes que manejaban. Muchas veces tuvieron que contrastar los hechos y cotejar las informaciones, hasta que éstas tuviesen el peso suficiente para respaldar la historia. Su editor, Benjamín Bradlee, les decía “No me interesa lo que imagines. Me interesa lo que sabes”.

No deja de ser sorprendente que, después de seguir un protocolo de confirmación tan estricto, Woodward y Bernstein no se plantearan si existía una motivación oculta en sus fuentes. Con una historia tan atractiva, compleja, competitiva y dinámica como el caso Watergate, no había tiempo ni ganas de reflexionar sobre los motivos de nuestras fuentes. Lo importante era si podíamos contrastar la información y si resultaba cierta, decía el propio Woodward. Este aspecto resulta especialmente crítico en relación a Garganta Profunda, su fuente confidencial.

Treinta y tres años después, Mark Felt, segundo mando del FBI durante el Watergate, se identificaba a sí mismo como la fuente secreta del caso en una entrevista concedida a Vanity Fair. Este hecho era confirmado días más tarde por el Washington Post.

Si esto se hubiese sabido entonces, la fuente habría perdido credibilidad, pues era conocido que existían ciertas tiranteces entre la Casa Blanca de Nixon y el FBI de Hoover. Felt se consideraba digno sucesor de Hoover, a efectos prácticos lo era. Sin embargo, Nixon designó a Patrick Gray, uno de sus fieles colaboradores, como director del FBI.

Puede que Woodward tenga razón y sea secundario el saber si estas circunstancias guardan relación o no con el hecho de que Felt se convirtiera en la fuente secreta del Washington Post. De lo que no hay duda es que la historia hubiese sido diferente si el nombre de Garganta Profunda hubiese salido a la luz durante la investigación.

El compromiso adquirido con las fuentes debe ser tan importante para el periodista como la información que recibe.


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