Bill Kovach y Tom Rosenstiel (Los elementos del periodismo. Ediciones El País, 2003) mantienen que “más que vender contenido a los clientes, los periodistas construyen una relación con su lectores, oyentes o espectadores basada en sus valores, en sus juicios, autoridad, valor, profesionalidad y compromiso con la comunidad”.
Como consecuencia de esta entrega mutua, los periodistas establecen un vínculo con el ciudadano, que la empresa informativa alquila luego a sus anunciantes”. Por ello, el periódico es el único producto que se vende dos veces. Además, es el único servicio que se compra sin saber que contiene. El ciudadano que adquiere información, lo hace con una confianza ciega en el periodista y por ello no necesita saber que compra a priori.
Por todo ello, la relación que el periodismo tiene con sus clientes es muy diferente a la de cualquier otra empresa. Es una relación triangular, en la que el lector no es un cliente que compra bienes o servicios, mientras que el anunciante sí lo es.
Ni la profesión ni la empresa deberían olvidar jamás este último aspecto. La lealtad no está en venta. El periodismo se debe a su audiencia porque sin lectores, sin oyentes, sin televidentes o navegantes la misión del periodista tendría poco o ningún sentido.
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