viernes, 5 de enero de 2007

La verdad. Mi principio, mi final

En el ejercicio de su profesión, el periodista asume una tarea prácticamente imposible: su primera obligación es la verdad. Es un compromiso que hace por amor a su trabajo y con la mejor intención, aún sabiendo que le será imposible cumplirlo.

Quizá esta premisa periodística no nazca con la pretensión de ser cumplida, sino con la intención de que la búsqueda no cese. Es un compromiso que tiene que ver con la honradez. El público quiere un comunicador honesto, que apueste por una información clara y luche por conseguirla.

La audiencia perdona que las noticias no se ajusten estrictamente a la verdad, cuando el periodista es honrado y se esfuerza en su trabajo. El público, experto en noticias, entiende que hay tantas verdades como personas. Por ello, perdona la falta de exactitud, aunque no perdona la mentira.

Las posibilidades de la verdad
No se puede ser objetivo, porque hay tantas verdades como puntos de vista, pero sí se puede buscar exactitud e imparcialidad y así llegar, de algún modo, a la verdad.

Los expertos en mercadotecnia deberían estudiar las posibilidades de la verdad como gancho para atraer audiencia. Este compromiso, que es uno de los elementos básicos del periodismo, es un reclamo mucho más atractivo y barato que las campañas promocionales actuales.

Lectores, radioyentes, telespectadores e internautas están cansados de esa tendencia expansiva donde la sensación de realismo está por encima del compromiso con la propia verdad.

Apostemos por un giro, una vuelta a los orígenes del periodismo sabiendo todo lo que sabemos ahora. No renunciemos a nuestros principios, ni a los de nuestra profesión.

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