No se si podrá aplicarse al Periodismo el apelativo de arte, pero que este oficio se desempeña por amor a la profesión no debería plantear ninguna duda.
Alguien podría decir que también cobramos, pero la dedicación que exige este trabajo no se paga con dinero. La recompensa principal que recibe el periodista es el aprecio de su trabajo, por su audiencia y por sus superiores.
Huelga decir que los salarios son precarios en comparación con las horas y el esfuerzo dedicado al trabajo. Incluso en ocasiones, el periodista pone dinero de su propio bolsillo para realizar algún artículo o reportaje.
Claro está que si nos fijamos en periodistas consagrados las nóminas se disparan. Algunos firman contratos millonarios, pero de esos hay pocos y tendríamos que pensar en cuantas horas han hecho antes de ser “creadores de opinión”.
La otra cara de la moneda son los periodistas en prácticas y becarios, que trabajan por un salario irrisorio o incluso gratis.
En él aparece un joven que presenta un proyecto televisivo ante su jefe, quiere dirigir un programa. Su superior le dice, “Como decía Kant, hay cosas que para saberlas no es suficiente con haberlas aprendido”. El chico es enérgico, contestatario, con buena formación académica, habla dos idiomas y lleva varios años trabajando en la misma empresa de comunicación. Antes de marcharse del despacho, corrige al jefe “La cita es muy buena, pero no es de Kant, es de Séneca”.
Como en la realidad, ser tan JASP al chico no le sirve de nada. Se va en su coche con el guión de su programa y la música a otra parte.
Así está gran parte de la plantilla más joven del Periodismo. De becaría en becaría hasta que alguien aprecia lo que vales y te contrata, por un sueldo igualmente bajo al de tus compañeros, pero al menos con una situación laboral real.
Una profesión depreciada
Si por una parte la valoración interna de la profesión no es mala, a pesar de reconocer problemas económicos, de intrusismo, presiones empresariales, falta de estabilidad y la inexistencia legal de la profesión, entre otros obstáculos. Por otra, los problemas profesionales de los periodistas y sus consecuencias están afectando la relación con la ciudadanía.